martes, 6 de marzo de 2012

"Mi Gabo personal"



Siempre me gustó hablar de él con confianza, de la misma forma que lo llaman sus íntimos. Lo saludan con una palmada en el hombro, y él con los ojos ocupados, con las gafas pesadas reflejando una parte de todas las letras que lleva consigo, levanta la mirada y sonríe bajo los bigotes, los bigotes sonríen con Gabo.

Dicen que hace años que vive en la ciudad de México, pero que cada tanto pasea por Bogotá o por Cartagena de Indias donde tiene alguna que otra casita, por eso cuando me entero de algún suertudo que viaja para aquellas zonas, repito lo mismo: “Si lo ves al Gabo, dale un saludo de mi parte, y decile que gracias”.

Gabriel García Márquez escribió tiempo atrás en el prologo de una edición de cuentos completos de Ernest Hemingway, un recuerdo de su juventud, cuando varado en el centro de París se cruza al autor norteamericano. Relata que iba por el por el boulevard de Saint Michel, y ve caminando por la acera opuesta entre un puesto de libros usados a un Hemingway maduro, y entre la duda de cruzar y realizarle una nota, grita con todas su fuerza: «Maeeeestro» .
Dice García Márquez: “…Ernest Hemingway comprendió que no podía haber otro maestro entre la muchedumbre de estudiantes, y se volvió con la mano en alto, y me gritó en castellano con una voz un tanto pueril: «Adioooós, amigo». Fue la única vez que lo vi.”

Como dice Gabo a través de unos de sus personajes; porque aunque sostengo que los personajes son la sombra de los autores, Gabo, único en su estirpe, con el pulso marcado, él es el personaje de sus creaciones, es la manera de compactar perfectamente sus vivencias personales en los relatos que conocemos; dice que “los seres humanos no nacen para siempre el día en que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga a parirse a sí mismos una y otra vez”, y hago referencia a sus palabras porque fue mi frase cabecera durante un par de años, la recordaba donde podía, la parafraseé en los lugares más recónditos en donde me encontré, y sí, tiene razón, nosotros los humanos nos damos golpazos de realidad y cuando volvemos en sí, formamos el nacimiento constante.

El sueño de estar caminando por las calles amuralladas en Cartagena, reconocer en la acera de enfrente a un hombre anciano, como él proyecta en aquel viejo periodista en “Memorias de mis putas tristes” , con la ropa clara de seda, un sombrero a estilo, caminando lento con los brazos amarrados en la espalda. Se detiene frente a un puesto gitano y vemos los dos, desde distintos ángulos, aquellas maravillosos objetos que solo aparecen en los sueños de Macondo, pero que están ahí.
Entro en la duda, si cruzar, someterlo; según él, al mejor oficio del mundo; y entrevistarlo de pies a cabeza o gritarle como hizo con Hemmingway , y que mi Gabo personal sea solamente un encuentro furtivo de los dos.

Lo veo irse, caminar lento y desaparecer al doblar la esquina. Con sus 85 años, no hay fantasmas pidiendo venganza a su alrededor, menos hay soledad.

El tiempo mueve las letras y a las personas , ahora parafraseo esas simples pero enormes palabras del aquel coronel :

“Es verdad –suspiró el Coronel-, la vida es la cosa mejor que se ha inventado…”.
Y sí, tiene razón.

Si andan por Cartagena, pasen por su casa y no se olviden de decirle de mi parte : Gracias!

Feliz cumple Gabo.
-A-

1 comentario:

  1. “los seres humanos no nacen para siempre el día en que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga a parirse a sí mismos una y otra vez”.Excelente creación y movimiento de palabras en este escrito. Parafraseando a otro grande digo que "No se ofrecen, aquí, un catálogo de héroes vestidos como para un baile de disfraz, que al morir en batalla pronuncian solemnes frases larguísimas, sino que se indagan el sonido y la huella de los pasos multitudinarios que presienten nuestros andares de ahora".

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